CRONICA politica
Ha llegado la tarde, un marciano ha vuelto de la capital y quién diría que un día histórico como hoy el 19 de julio estaría allí celebrando por primera vez en la plaza de
Eran las 7:00 am., una mañana donde el sol luchaba, por salir. Al encender el televisor sintonicé el canal oficialista, en donde observé que estaba un programa alusivo al triunfo de la revolución que cumplía hoy treinta años de haber derrocado a la dictadura somocista.
En ese momento mi madre me dijo:
-Oye anda báñate que llegaras tarde allá.
Aunque no quería hacerlo lo hice. Después de bañarme me dispuse a comprar unos víveres para el almuerzo. -Los buses estarán en la alcaldía municipal para que te vallas en ellos afirmó mi mamá cuando regresé de la pulpería.
Las 8:20 de la mañana, hora de partir. Los pasos de gigante eran alentadores, no era más que un ser curioso, nervioso, y donde reinaba la soledad. Sin saber, a donde iba o de donde venía, ese era el dilema, lo cual al pasar por las calles de mi pueblo, las campanas de la iglesia sonaban a lo lejos con sonido llamativo hacia los feligreses. El palacio municipal estaba a dos cuadras de mí. Al llegar allí estaba un señor de tez morena, gordo, pelo despeinado de la medianoche en la cama, de aspecto pobre: era el conductor del bus que me llevaría a Managua.
-Oiga jefe este es el bus que va hacia la plaza.
Con un movimiento de cabeza seguido de un sí, fue la respuesta. Al entrar al autobús observe unas personas de semblante alegre, pero maleducado que más bien alborotaban y violaban la tranquilidad. Además, los atuendos alusivos al presidente y al partido de gobierno eran visibles. Uno que era de piel blanca y gordo, con barba espesa, similar a Santa Claus portaba una gorra roja, con letras negras que tenían las siglas del partido de fuerza insobornable, sol de libertad, lucha y no retroceder. Los demás portaban lentes oscuros para ocultar lo que no se puede ver durante la fiestecita de agua etílica, y llevaban camisas del frente, de la alfabetización o de la faceta del mandatario.
Uno de ellos al entrar me dijo: -mira este esta apuntando nuestros nombres, ja ja, mira este es fulano, perengano y zutano. El sarcasmo era evidente en él, pero yo no quise entrar en confrontación y solamente me puse a reír de manera ficticia. Blanco, canción de pitbull sonaba de manera enajenante en aquel lugar
Las personas subían al bus, entre ellos Tíomar [1] mi tío que es un sandinista hasta la muerte, que al verme, la impresión y el susto era extraño en él.
Entonces cabo – me dijo- ¿como estas? ¿Y vas para la plaza? Estoy bien y voy para allá con el fin de realizar un trabajo asignado.
Ah respondió él. ¿Vas solo? Me reuniré con unos amigos.
Lo más triste era que la destrucción del idioma como diría Inés Izquierdo, mataba a cada palabra que pronunciaban. Uno de los sujetos que iba en el bus le dijo al otro: _arquilá [2]un taxi para que te vallas. El auto bus no arrancaba pero a las 8:30 lo hizo, pero no lo haríamos definitivamente sino que se estacionaria en el zonal del partido sandinista. La fila de buses no era tan grande apenas cuatro, pero el numero de personas si lo era.
¿Y tú papa? Me preguntó Tíomar. Esta en la casa pero pronto partirá hacia el trabajo. ¿Pero no le costara irse? Me imagino que si porque hoy no trabajan los Inter locales. El maní, el maní, la repentina voz de aquel vendedor, la desesperación por irme de ese lugar y el hambre, me mató, por lo que llamé al señor de los maníes y decidí comerme tres bolsas.
Las demás personas estaban comiendo mamones que únicamente ensuciaban la ciudad y el medio ambiente. ¿Qué diría la cuidad en ese momento? Dije yo.
En eso un hombre de alrededor de unos cuarenta años se puso de pie: esto va para quien le alcance y enseñó una bolsa llena de billetes de cien córdobas. Él junto con una mujer, empezaron a levantar una lista de las “personas que íbamos a la capital”. A cada una se le daba uno. Al pasar a donde estábamos Tiomar y yo la mujer le preguntó de manera irónica:
¿Cómo se llama usted señor? Vos ya sabes- respondió Tíomar- y le hizo que firmara un papel y luego le entregó lo que ya saben.
La curiosidad típica de un marciano era tan punzante que le pregunté: -Oiga Tío, y eso para ¿Qué es? Eso es un viático solamente para los trabajadores de la alcaldía. -Ah no sabía respondí yo. Las demás personas sólo miraban a los repartidores, el hambre enervante de aquellos cien se hacía esperar. ¿Para qué les dan ese dinero? ¿Para qué?
Una chica, se sentó detrás de mí y la vi. Era de piel blanca, cabello negro, ojos verdes, que en realidad no lo eran, mirada penetrante de perfil griego, y sobretodo tenía al parecer unos treinta o veintiocho años. No le hablé, tenía miedo de hacerlo, por temor que fuera alguien que la acompañase.
El sol brillaba, con el sentido de la palabra, las nubes casi no se miraban, las personas caminaban como el vaivén de las olas. Hombres, mujeres, niños, viejos y jóvenes tenían el mismo destino, el mismo objetivo y pasión política: asistir a la plaza. Las 9:10 de la mañana y arrancó el bus para la capital. Abusadora, abusadora de Wisin y Yandel sonaba en segundo plano. Los buses uno detrás del otro parecía un trencito de juguete. Los colores, adornos, y banderas del partido lo hacían ver de esa manera.
Se iban deteniendo por una caravana de los buses de Carazo que eran más de 40 auto buses entre ellos carros. En las Esquinas, zona rural de San Marcos lo pude observar detenidamente. Unos se adelantaban, otros nos seguían, el Éxodo bíblico,
El viento se tornó mas helado, de lo normal, eso indicaba el cambio de lugar que era El Crucero. Nos detuvimos de nuevo, y Tíomar me dio unos mamones para que comiese. Arrancamos, y me detuve a observar la vegetación gorda y amorfa, que junto con el viento invisible que bailaba con ellos, parecía música para mis oídos. El clima helado me gustaba mucho. En eso observé a la chica de atrás y la miré fijamente pero en seguida la quité y ella hizo lo mismo.
Pasamos por un lugar que cuando lo miré Tíomar me dijo: - ese es el límite entre San Marcos y El Crucero. Me asusté. ¿En verdad? Con una mirada insegura. Sí. Si vamos allí saldremos a Las Pilas.
Al fin El Crucero. Mientras las personas que tenían aspecto pobre y maleducado charlaban de manera chillona y molesta yo me deleitaba con el paisaje tranquilo. Las alienables canciones de Don Omar, Wisin y Yandel, Daddy Yankee, Pitbull y demás artistas sonaron a lo largo del camino.
La capital está cerca, ¡ahora si creo que llegaremos! Me asomé por la ventana y observé la fila de buses carros que nos seguían, parecían una historia sin fin un cuento realista, un desfile loco. Y me sonrisa no se hizo esperar al verlos.
En un santiamén, había llegado a la capital. Cuando de pronto llegué al estadio Denis Martínez donde pude observar todos los buses de diferentes puntos del país. No hallaba la hora de bajarme. Luego de recorrer por unos 15 minutos la calle, llegó la hora de parquear el autobús.
Caminar, caminar y caminar era lo que les esperaba a las personas y ese marciano que venían aquí. Eran las 11 de la mañana cuando llegué cuando puse mi primer pie en ese lugar. Quería conocer como era la celebración. Ese marciano era una fiera insaciable, con hambre de observar todo. En eso me encontré un compañero de clase que al igual que yo andaba realizando una crónica de esta actividad.
Tíomar iba delante de mí. Al momento de conversar con aquel joven se me perdió de vista mas no lo encontré. No importaba porque iba a lo que iba.
Escuché unos cohetes que explotaban con gran ímpetu en el poderoso cielo, más el helicóptero del canal oficialista que monitoreaba como centinela. ¿Cuánto se habrá gastado? Se preguntaba el marciano.
Al llegar más de cerca, escuché a una voz de un cubano. No sabía quien era. Más no pude observar, porque la visibilidad se me dificultaba.
Era el lugar de las banderas. Había banderas de todo tamaño, incrustadas en otras como la nacional o la cubana, vulgares personas, pero impulsados por un fuerte ideal político. De los asistentes era toda una mezcolanza, morenos, blancos, matagalpinos, caraceños, managüenses, de todo. A lo lejos se encontraba la tarima ubicada en la majestuosa concha acústica donde el expositor que no pude observar su rostro se encontraba allí y a la derecha otra, donde estaban personas desconocidas que una de ellas portaba la bandera de Venezuela. Banderas por todos lados. Hipnotizadas por el viento, parecían máquinas de juguetes.
En eso me regresé de donde vine para tomar algunos alimentos basura [3]para calmar mi estómago. Después volví para lo mejor: el discurso del presidente. Con su tradicional camisa blanca manga larga y su pantalón negro se presentó a eso del mediodía.
Muy buenos tardes compañeros- dijo el presidente. La gente hizo una bulla. Así como unas lo escuchaban atentamente otras se iban sin razón. Acaso esta gente viene a ¿Qué?
Empezó su discurso con un saludo seguido de una conmemoración a Carlos Fonseca que lo hizo con estas palabras: “el comandante Carlos Fonseca es de los comandantes que nunca muere”, el presidente preguntó que nunca y la gente respondió: muere, nunca muere, nunca muere. Parecía un salmo responsorial. Para mayor fervor al fondo se escuchaba la canción que llevaba esos versos que eran de un himno al dolor y patriotismo, a la vez. Las personas junto con el mandatario empezaron a cantar aquella canción.
Después se oyó la canción que decía: ¡El pueblo unido jamás será vencido! Y los asistentes la coreaban con ímpetu y las manos la levantaban hacia arriba como si defendieran a su amada patria Nicaragua.
Luego habló sobre el caso del Río San Juan de la demanda que le hizo Managua a San José sobre la injerencia de los costarricenses de navegar en el río con ejército. El presidente afirmó que el Río San Juan es nicaragüense y no de Costa Rica, y las personas gritaron con patriotismo. Siguió hablando del tema del resultado de
Una frase que expresó el presidente que hizo alusión a la defensa del río, fue que a nosotros nos dicen que somos defensores y tercos pero cabe destacar que no lo somos, jamás ni nunca.
En eso recordó a unas personalidades destacadas en el mundo de la política, la música y el deporte tales como: al padre del son nica Camilo Zapata, el dirigente político Francisco Urcuyo, y la máxima gloria del deporte nacional Alexis Arguello, que fue criticado por muchos medios no todos- dijo el presidente- que cuando fue boxeador lo ensalzaban y ahora cuando decidió incursionar en la política lo acabaron algunos medios, no todos. En ese momento estaba en otro ángulo de la plaza para ver a las masas.
La solidaridad con el depuesto presidente de Honduras Manuel Zelaya, y el repudio al gobierno de facto de Roberto Micheletti, fue clara a lo largo del discurso. Asimismo, expresó implícitamente el tema de la reelección. Así como el pueblo puede poner al presidente con su voto, y el pueblo puede quitar al presidente.
Por qué al presidente no lo deja que se reelija al igual que los alcaldes y por que se deja que se reelijan los diputados. Las personas estaban algo alegres con esa aseveración del mandatario.
Luego de esas palabras, me alejé de allí y me ubiqué en otro lugar, para buscar la salida. A lo largo se escuchaba lo que hablaba el presidente pero no me descuidaba de lo que hacía. En los puestos de venta que se encontraban en la plaza, las camisetas que poseían la efigie del “CHE” eran evidentes, las pulseras “rojinegras” al igual que los pósters de Sandino. Otros comerciantes estaban empacando, las personas seguían yéndose del lugar. Gente que venía, se iba, compraba, comía. En sí la madre de la confusión completa se hacia sentir.
¡Que vivan las mujeres! ¡Que vivan las mujeres! Oí de lejos y sólo escuché los gritos de las mujeres presentes en la plaza.
Lo mas patriótico que pudo hacer el presidente fue al finalizar el discurso:
¡Viva Nicaragua libre! Y la gente eufórica aplaudió, a los pocos minutos el cielo se tiñió de fuego, con la pirotecnia que dilató más de 10 minutos. Era emocionante aquel momento, ver las banderas danzar al ritmo del viento, así como las nubes con la pólvora. ¿Cuánto habrá gastado el Estado en esta pólvora?
Era una curiosidad que tenía aquel marciano, aventurero como Tartarín de Tarascón, digno y típico de la belleza morena ojos café, camiseta de algodón ploma, y un bluyín casi ajustado.
Seguí caminando, y a lo lejos se oía los juegos. Los buses estaban por irse, razón por el cual el marciano[4] corrió unos 2 minutos, para llegar al auto bus que lo llevaría a San Marcos, Carazo.
No hallé el bus que me trajo pero encontré otro, lo abordé y a los dos minutos arrancó.
Los juegos habían cesado. En el bus la reina eran las rancheras, y no el reggaeton. A lo largo del camino, unas personas se emocionaron cuando escucharon estas estrofas: “a mi no me asustan tipos lenguas largas, sólo sirven para apantallar”. Lo mismo ocurrió con el tema de Vicente Fernández que se utilizó en la novela
Llegué a mi destino, San Marcos. Al poco tiempo la soleada y sofocante tarde se convirtió en un lóbrego panorama, y comenzó a llover.
He vuelto de la capital, mi casa estaba cerca y quien diría que estuve allí en la celebración del treinta aniversario de la revolución por primera vez en la plaza.
La casa estaba cerrada. Entonces el marciano corrió y dirigió su mirada hacia el frente dispuesto a vivir otra aventura.
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