martes, 22 de diciembre de 2009

¡Viva San Marcos!




Con el sonar enérgico de los tambores, la bandera que se agitaba con fuerza, era como un huracán, los gritos de la gente y la melodía de la banda filarmónica, San Marcos evangelista, patrono de la ciudad del mismo nombre ingresaba a su parroquia en medio de la algarabía y devoción.

Eran las 4:00p.m cuando las personas venían de El Mojón, después de presenciar el tope de los santos. Un joven llamado Alberto, quería observar este proceso de las fiestas patronales en honor a San Marcos. No iba solo. Estaba acompañado de César, un niño de doce años, que le gustaba asistir a este tipo de festividades.

Oye César ¿Dónde están las imágenes ahora?- dijo Alberto- no lo sé- respondió el niño.

El joven Alberto se dirigió a la Parroquia de San Marcos para ver la entrada. Un mar de personas inundaba el templo, el olor a sudor y a alcohol reinaba en aquel lugar. Alberto, se dirigió al altar mayor para tener mejor visión de lo que pasaría. El reloj marcaba las 5:00p.m.

El joven y el niño, decidieron buscar a las imágenes de los santos, para observarlas de cerca. Ellos estaban en el sector de Las Tres Cruces. Allá a lo lejos se observaban las banderas, junto con los santos, que parecían una mancha multicolor. Caminar, caminar y caminar era lo que hacían, los jóvenes, si querían ver a las imágenes. Sus nombres eran: San Marcos (de la ciudad del mismo nombre), Santiago (Jinotepe), San Sebastián (Diriamba) y la Virgen de Monserrat (La Concepción, Masaya).

Cuando estaban cara a cara con las imágenes, las observaron de cerca. Las que primeramente se veían eran las banderas: una era de color rojo con una cruz que era la de Santiago apóstol, otra de color amarillo con blanco que era la de San Sebastián mártir, otra verde con una efigie de una virgen, que era la bandera de Nuestra Señora de Monserrat, y la última era la del santo patrono: San Marcos evangelista.

Con los tambores que llevaba cada imagen, eran tocados por los priostes con un ritmo, que combinado con los otros era una confusión de sonidos. La imagen de Santiago iba vestida de una capa roja, en la mano izquierda, portaba un libro azul como el cielo, que en la portada decía: EL SANTO EVANGELIO y en la derecha un bastón de plata, que con el sol brillaba intensamente, cintas de colores en cada brazo, verde escarlata sus ojos, mirada celestial, espesa barba, de tez blanca su cara, era como ver a un humano, pero sin vida.

La imagen de San Sebastián, llevaba un traje rojo como la sangre, sangre que parecía gotear en cada paso, aun más con faceta de dolor, por 6 flechas clavadas, en todo el cuerpo del glorioso mártir bajo sus pies un manto blanco como la nieve, cintas de colores en la parte trasera. San Marcos, portaba varias capas, una blanca como la nieve hilada, una naranja y una roja brillante, que en la parte del cuello, parecía un acervo de plumas, de aspecto anciano era, flores multicolor bajo sus pies, cintas de colores en los brazos santos, en la mano derecha portaba una pluma plateada, y en la otra un libro café, como sus cabellos y sus ojos, que decía en la portada: EL EVANGELIO DE SAN MARCOS. En ese momento un viento fuerte sopló, las capas y cintas de las imágenes, al igual que las banderas que las acompañaban durante el recorrido.

En un instante las campanas de la iglesia sonaron, los cohetes también y el baile del Toro Huaco entró primero. Las banderas de los santos estaban en la puerta principal, al igual que el tradicional Baile de la Vaca, y demás elementos artísticos. Sus máscaras de tipo español, capas de gamuza similar a la de los santos con efigies de San Sebastián y Santiago, chischiles que sonaban fuertes, sombrero de plumas de pavo real en las cabezas, guiados por un señor que tocaba una melodía que los hipnotizaba. Al danzar, era una serpiente humana de colores.

La bandera de la Virgen de Monserrat estaba en la puerta principal. Entonces un hombre se acercó al micrófono que estaba en el pódium del altar mayor y dijo: por favor bájense de las bancas. Es que las personas cuando pasa esto se suben allí para ver mejor lo que pasa.

Los tambores de la virgen sonaban con fuerza y la bandera estaba adentro y comenzó a agitarse con fuerza rozando las cabezas sudorosas y alcohólicas. La virgen entraba de manera lenta y el locutor dijo: Viva la Virgen de Monserrat- Viva respondía la gente- y los tambores los tocaron más rápido de lo normal y la gente poco aplaudió, pero unos sacaron sus pañuelos y los agitaron.
La virgen era de tez morena, en sus brazos llevaba un niño de su mismo color, portaba una corona, con perlas de colores, y un ramo flores en la parte trasera.

Entonces, los tambores volvieron a ser tocados de forma normal por los priostes, la bandera seguía rozando violentamente las cabezas de las personas, que estaban en las bancas. Luego se escuchó: Viva la Virgen de Monserrat- viva respondió la gente- seguido de aplausos. La imagen estaba en el altar donde sería inclinada hacia adelante para saludar el sagrario. Los tambores los tocaron otra vez de forma violenta. La gente aplaudió, gritó, agitó sus pañuelos, la bandera se dirigió hacia el extremo sur y la virgen morena en el otro extremo del altar, y fue colocada en una mesa. La bandera se ubicó en una sala donde se agitaría sin ningún problema

Los santos habían llegado a la cuidad, estaban a dos cuadras del templo. En eso los priostes bajaron a las imágenes, para descansar después de un largo recorrido. A San Marcos se le vistió de una capa verde encima de la roja. Las personas que acompañaban al santo, eran innumerables, así como las que podían estar en la iglesia. En eso una voz de micrófono dijo: ¡Viva Sanmarquito! ¡Viva Sanmarquito! ¡Viva Sanmarquito! Y la gente decía: ¡Viva! Luego, se le pondría otra capa verde pero más pequeña a la hora de la entrada, donde sería su última morada por una semana.

La bandera de la imagen de Santiago apóstol estaba en la puerta principal. El locutor dijo: “Ahora recibamos en la parroquia de San Marcos al patrono de Jinotepe” y la gente gritó como maniática y la bandera era agitada por el prioste de forma alocada y los tambores los tocaron de forma rápida y la gente aplaudió, grito, bailó cuando el locutor dijo: ¡Viva Santiago! Era una locura ver todo eso. La imagen era llevada de forma rápida. En eso, se escuchó de nuevo la frase: ¡Viva Santiago!, Viva respondía la gente y los pañuelos eran agitados con demencia y devoción a la vez.

La imagen ya estaba cara a cara con el sagrario y saludó, los tambores fueron tocados nuevamente con fuerza. La bandera se fue a donde estaba la otra. Santiago fue ubicado en una mesa de manteles rojo vivo en la parte derecha del sagrario.

La bandera del patrono de los diriambinos estaba en la puerta y la imagen iba entrando de forma lenta moviéndose de un lado a otro como si bailara al son de los tambores y de un ritmo de un tambor y un pito que tocaba una melodía que evocaba tristeza. En eso, el locutor dijo: ¡Viva San Sebastián!, Viva. Los calurosos aplausos no se hicieron esperar. Los tambores fueron tocados por un momento de manera rápida, el baile del Toro Huaco lo acompañaba hasta el altar. El pito y el tambor seguían tocando. Las personas gritaban como locas. Era una tragedia ver que un templo religioso se convertiría en un santiamén, en un lugar de gritería.

Rápidamente, la imagen llegó al sagrario y saludó, ¡Viva San Sebastián, Viva decía las personas, los tambores estaban frenéticos y la bandera se agitaba rápidamente. Las personas querían tocar a la imagen, pero no pudieron porque iba tan rápido a ubicarse a donde estaba esperándolo Santiago.

Por un momento, se pudo escuchar el sonar de las campanas, San Marcos iba a entrar. En las afueras de la iglesia, el Baile de la Vaca danzaba con demencia, los chicheros, también lo estaban. En eso se escuchó la voz del locutor: “Recibamos a nuestro patrono San Marcos”. La gente se dejó dominar de la locura, luego de un rato de espera y silencio.

La imagen ingresó de manera diferente dio una vuelta y quedando de espaldas hacia los que estaban dentro de la Parroquia, la imagen saludó a los que estaban afuera. Los tambores eran tocados de forma fuerte, pero no rápida. Iba de retroceso hacia el altar, al entrar dio una vuelta y las bombas sonaron, el locutor dijo: ¡Viva San Marcos!, viva respondió la gente con locura. La bandera era agitada con fuerza la imagen se dirigía hacia el altar, tranquila como el cielo y rápida como un relámpago. En segundos, el templo se cubrió de humo de pólvora. Los pañuelos parecían saludar a su patrono, al igual que los bailes y los gritos. Unas personas empezaron a bailar frente a la imagen, otros brincaron como locos, otros aplaudían, la banda filarmónica empezó a tocar una melodía que magnetizaba a la gente a seguir haciendo semejante cosa.

¡Viva San Marcos! Viva, Viva San Marcos. Tanto la frase como la gente cada vez se volvía más loca aun cuando entró el patrón Santiago. Lentamente, la imagen se acercaba hacia el altar. Luego de un recorrido eterno, el santo patrono estaba frente al sagrario y saludó. Otra vez el templo estaba frenético, gritaba, bailaba, era una mezcolanza de un todo. Las personas se empujaban por tocar al santo.

Era un manicomio religioso. La bandera era agitada rápidamente, San Marcos, era llevado hacia donde estaban las otras imágenes, la gente brincaba, coreaban el nombre de: ¡San Marcos! ¡San Marcos! ¡San Marcos! Otros aplaudían. La bandera se ubicó a donde estaban las demás. Los gritos, al agitar de los pañuelos, la música filarmónica, era un torbellino humano. El león que llevaba a sus pies parecía responder con un rugido a cada grito de la gente.

La imagen fue ubicada. San Marcos, en medio, Santiago a la derecha, San Sebastián a la izquierda y la virgen a la orilla de Santiago. Los chincheros seguían tocando. En un momento todo quedó en silencio. Entonces el locutor dijo: “ahora cantaremos el Himno a San Marcos”.

¡Gloria, gloria al apóstol querido a San Marcos
Patrono de amor, que protege a su pueblo escogido
Y a sus hijos los lleva al Señor!

Esa eran unas estrofas de aquel bello himno que entonaban las personas alocadas que ahora estaban calmas. Cuando terminó el himno el locutor dijo: ¡Viva San Marcos!, ¡viva! respondía la gente, esto lo repitió dos veces, ¡Viva Santiago!, ¡viva!, ¡Viva San Sebastián!, ¡viva!, ¡Viva la Virgen de Monserrat!, ¡viva!, ¿Quién causa tanta alegría? La concepción de María- respondía la gente-, María de Nicaragua, Nicaragua de María. Todo esto, seguido de aplausos esta vez no frenéticos, sino ya un poco calmos.

En otro punto algunas personas intentaban tocar a los santos. Parecía que un huracán, destruiría a las bellas imágenes celestiales. El joven Alberto, se dirigió hacia ellas, las tocó, pero con mucha dificultad. Se alejó lentamente. Las personas también los hacían. A lo lejos se observaba a las imágenes celestiales ya quietas, después de un camino tedioso.

Después del recorrido, las imágenes estaban por entrar, el sonar de las campanas se escuchaba alentador, las personas estaban atentas, para recibir a sus santos patronos.

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